IMperfecto

¿Quién puede verse?
Sentirse, admirarse, abrazarse, mimarse. Acariciar el alma.
Nadie se mira.
Todos filosofamos con la idea de encontrarnos, pero la verdad es que nadie quiere llegar a destino.
Todos tenemos miedo de decepcionarnos.
Porque decepcionar al otro no es lo mismo. Eso se arregla, se cuida, se inhala y se vuelve a construir.
Pero, ¿quién puede con el propio peso?
Ese de encontrarse y entender que somos lo que queremos ser. Y no importa quienes fuimos ni quienes soñamos con convertirnos. Somos esto. El aquí y el ahora. Y nada más importa.
Eso es lo más difícil. Asumir el cambio. Porque no somos una constante. Nadie es permanente en el tiempo. Y cualquiera que piense lógicamente lo contrario, lo invito a hacer una introspección, a "darse una vuelta por el pasado". ¿Quién no tropezó y se fortaleció? ¿Quién no terminó dolido y aún más vivo? ¿Quién no tocó fondo y salio a la superficie hecho y derecho?
Todos los corazones laten, aún estando rotos. Y en ese proceso, desde que el corazón está en partes, sangrando sin consuelo, hasta que se vuelve a unir, pedazo por pedazo, vidrio por vidrio, cerrando las puertas, con tormentas y vientos, ahí está el cambio, ya no somos los mismos, antes estábamos rotos, ahora estamos enteros, con curitas, y algún que otro raspón, pero enteros.
Nuestra resiliencia no es la misma. Todos soportamos, desesperamos, colapsamos, y volvemos a soportar. El miedo a ser imperfecto. Descubrir que tenemos defectos, y eso nos quita la perfección. Ahí está el punto, ser, eso, simplemente ser, y querernos, perfectamente imperfectos.


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