A m o r t i g u a r
Estoy cansada.
Cansada de manifestar mi voluntad sólo en mis pensamientos.
Cansada de ver una mariposa y sentirla libre, cuando yo soy igual que ella y no me asimilo ni un poco.
Cansada de escucharme todos los días en mi cabeza, rogando algún día ser escuchada por vos.
Cansada de ver la Luna y acordarme cuando todo era una mentira y ni siquiera callaba.
Cansada de callar, ver y omitir. Si sólo se trata de pifiar y sonreír.
Estoy cansada de todas y cada una de las personas que se miran a sí mismas con esos ojos de poder y lealtad hacia su propio cráneo, cuando todos tenemos un corazón que palpita fuerte y dice presente.
Cansada de que cada golpe parezca censurado y cada caída esté amortiguada, como si el dolor de chocar no existiera, como si de él no se aprendiera. No se aprende a los golpes, se aprende de los errores, y si caíste, es porque erraste, y si sentiste el impacto vas a poder sentir la felicidad plena cuando te llegue.
Estoy cansada de que cada palabra sea tan punzante como una patada. Si sabemos decir, sabemos respetar y amar, ¿por qué duele tanto hablar?.
No, no duele hablar. Lo que duele es escuchar, lo que el otro nos brinda, esa diferencia es la que nos une. Por más que duela, nos está diciendo: no comparto, pero aún te amo.
¡Ahí está! Recibila con un ABRAZO, amala, besala, querela, perdonala. Y no hablo de la mujer. Hablo de la palabra, del que dice y sabe reconocer, del que hiere pero aún así lamenta, del que ama y no deja de amar por una simple diferencia, insignificante, invaluable, perdonable, y sobre todo, que a m o r t i g u a.
Cansada de manifestar mi voluntad sólo en mis pensamientos.
Cansada de ver una mariposa y sentirla libre, cuando yo soy igual que ella y no me asimilo ni un poco.
Cansada de escucharme todos los días en mi cabeza, rogando algún día ser escuchada por vos.
Cansada de ver la Luna y acordarme cuando todo era una mentira y ni siquiera callaba.
Cansada de callar, ver y omitir. Si sólo se trata de pifiar y sonreír.
Estoy cansada de todas y cada una de las personas que se miran a sí mismas con esos ojos de poder y lealtad hacia su propio cráneo, cuando todos tenemos un corazón que palpita fuerte y dice presente.
Cansada de que cada golpe parezca censurado y cada caída esté amortiguada, como si el dolor de chocar no existiera, como si de él no se aprendiera. No se aprende a los golpes, se aprende de los errores, y si caíste, es porque erraste, y si sentiste el impacto vas a poder sentir la felicidad plena cuando te llegue.
Estoy cansada de que cada palabra sea tan punzante como una patada. Si sabemos decir, sabemos respetar y amar, ¿por qué duele tanto hablar?.
No, no duele hablar. Lo que duele es escuchar, lo que el otro nos brinda, esa diferencia es la que nos une. Por más que duela, nos está diciendo: no comparto, pero aún te amo.
¡Ahí está! Recibila con un ABRAZO, amala, besala, querela, perdonala. Y no hablo de la mujer. Hablo de la palabra, del que dice y sabe reconocer, del que hiere pero aún así lamenta, del que ama y no deja de amar por una simple diferencia, insignificante, invaluable, perdonable, y sobre todo, que a m o r t i g u a.
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