La fría soledad
Salí, buscando no encontrarte por ahí.
Caminé muchas calles atosigada por ese candombe de humo en el pulmón.
Y seguía mis pasos intentando buscarte sin mirar la realidad.
La borrachera causada por una buena cantidad de cervezas, hicieron que mi conciencia se pierda y la canción, de fondo, una vez más vuelva a sonar.
Intentando mantenerme en pie, una nueva llamada impulsiva me gana.
Y me atendés.
La inexplicabilidad de los hechos causo que me vengas a buscar y no me quiera subir a tu auto.
Quería discutirte sin ningún argumento estable y concreto; y con un fernet en la mano me llevaste a la esquina desolada que nunca se va a transformar en recuerdo.
Deseaba dormir y no despertarme jamás, como vivir en un sueño del que nunca se pueda salir, y no haya alcohol, ni malestar, ni fiestas en el pulmón.
Pero una vez más me ganaste y me rendí ante esa fría multitud cigarrera. La soledad que me envolvía me impulsó a pedir ayuda para volver a buscar a mis amigas y poder centrarme en lo que, por un principio, era lo ideal: pasar una noche sin pensar en vos.
Pero aquí estoy nuevamente, buscando en el alcohol el reflejo de tu cara y escuchando la canción que tanto nos gustaba.
Y sé que no es esa la solución, pero otra alternativa no se me ocurre. Aún me perseguís en cada sombra, en cada noche, en cada transparente vaso que pasa por delante mío.
No sé cómo terminaré, ni en dónde. Ni siquiera recuerdo bien lo que pasó ayer. Y tampoco lo recordaré mañana.
Sólo sé que seguiré siéndole fiel a esa aturdida música solitaria que todos los días me mantiene viva y me regala un poco de su color, sin nada a cambio, para que la destrucción sea un poco más alegre entre tanta cocaína que apena a esta gente, que bien o mal, está tan lastimada como yo.
Comentarios
Publicar un comentario