Morir en el delirio


Es un disparo al corazón.
Sentís cómo uno por uno se quiebran todos tus sentidos. Cómo uno a uno vas perdiendo tus recuerdos, tus memorias, tus fantasías, tus miedos. Porque tu mayor miedo, ahora, no es morir. Es pensar que el dolor físico es más aterrador que el dolor del alma.
Hay hechos que marcan tu vida y hacen que la tristeza honda y profunde te enrosque tanto, que traspase los límites, las franjas de lo imposible; que llegue al punto de matarte. Y vos, ahora, estás en ese limbo.
Sos joven, tenías todo tu futuro deshecho por delante. Porque si estabas en buen estado era francamente evidente que nunca ibas a sonreír con total sinceridad.
Pero en vez de eso, te dejaste caer. En el pozo más profundo.
El hombre tiene la capacidad de despertar su costado animal por "x" motivo. Pero a la vez, ese "x" motivo puede auto-cavar la tumba.
Como lo hiciste vos.
Con el autoestima en el más bajo de los subsuelos, fuiste dejando tus placeres: los olores, las lecturas, la música, el trabajo, y por sobre todo, la consciencia. Perdiste la noción de la vida. Ya ni siquiera sabes respirar.
Pero no se puede empezar una vida de cero en este momento. Aunque sería un gran milagro que lo lograras.
Tus luces se apagan, tus ojos lentamente se cierran, y recapitulas cada momento de tu vida en fotos, como si fuese una película que dura unas milésimas de segundos.
Pensas en tus metas, en los sueños que no cumpliste, en la gente que dejas, y con la que te vas a encontrar. Pensas qué habrá más allá.
Pensas en el más acá.
Agradeces, por el tiempo que viviste. Y pedís perdón  a vos mismo, por haber desperdiciado de esa forma la única oportunidad que el universo te da.
Y simplemente dejas de existir.

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