Irracional
6 de junio, 2:35 am. Pienso en no dormir para tomar el medicamento a las 5:30, o dormir hasta esa hora y correr el riesgo de no despertarme, o que tal dolor conlleve al impedimento de no dejar pasar ni una milésima de aire.
2:35 am. Es la hora de hurgar cada recoveco maldito que habita en la conciencia, y afirmar las posibilidades más remotas. Es la hora de los hipotéticos sueños que nunca van a dejar de ser sueños.
Es la hora de agarrar esa inspiración que sólo tarda un segundo en pasar por delante de tus ojos.
Es la hora y el minuto exacto de pensar en los pocos huevos que tuvo ese hijo de puta, en vernos gordas en frente del espejo, en pensar que la solución a todos los problemas es vivir solo, y en discutirle a un Don Juan que no empezaste a fumar por moda.
2:35 am. La hora de llorar por una canción, de penar el sentimiento acompañado de un café, de equilibrar la balanza entre "le hablo, no le hablo".
2 + 3 + 5 = 10
En realidad ya son las 2:43. No es relevante. Sólo pasan los minutos, los segundos, las milésimas de segundos. Sólo fueron unos insoportables "tic-tac" del reloj de Las Pastillas del Abuelo que está justo adelante mío, y anda cuando quiere.
En fin. Es toda una misma bolsa llena de madrugadas cansadas de llenar tachos de basura con bollos de papel. Es toda la misma bolsa llena de todas esas cosas que dicen tus amigas, que dicen los papeles que escribís, y para colmo lo dice tu cabeza.
Es toda una misma bolsa llena de nada, y a la vez tanto de todo.
2:52. Sigo colgada mirando sus putas y traumáticas fotos. Sigo leyendo lo que publica en twitter. Sigo vagando por la vida buscando encontrarlo.
2:53. 2 + 5 + 3 = 10.
10. 10. 10... Fueron los segundos que tardé en darme cuenta que así como me habías engañado en tu soledad, me ibas a volver a desnudar.
2:35 am. Es la hora de hurgar cada recoveco maldito que habita en la conciencia, y afirmar las posibilidades más remotas. Es la hora de los hipotéticos sueños que nunca van a dejar de ser sueños.
Es la hora de agarrar esa inspiración que sólo tarda un segundo en pasar por delante de tus ojos.
Es la hora y el minuto exacto de pensar en los pocos huevos que tuvo ese hijo de puta, en vernos gordas en frente del espejo, en pensar que la solución a todos los problemas es vivir solo, y en discutirle a un Don Juan que no empezaste a fumar por moda.
2:35 am. La hora de llorar por una canción, de penar el sentimiento acompañado de un café, de equilibrar la balanza entre "le hablo, no le hablo".
2 + 3 + 5 = 10
En realidad ya son las 2:43. No es relevante. Sólo pasan los minutos, los segundos, las milésimas de segundos. Sólo fueron unos insoportables "tic-tac" del reloj de Las Pastillas del Abuelo que está justo adelante mío, y anda cuando quiere.
En fin. Es toda una misma bolsa llena de madrugadas cansadas de llenar tachos de basura con bollos de papel. Es toda la misma bolsa llena de todas esas cosas que dicen tus amigas, que dicen los papeles que escribís, y para colmo lo dice tu cabeza.
Es toda una misma bolsa llena de nada, y a la vez tanto de todo.
2:52. Sigo colgada mirando sus putas y traumáticas fotos. Sigo leyendo lo que publica en twitter. Sigo vagando por la vida buscando encontrarlo.
2:53. 2 + 5 + 3 = 10.
10. 10. 10... Fueron los segundos que tardé en darme cuenta que así como me habías engañado en tu soledad, me ibas a volver a desnudar.
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