Valentía

Beso su boca bañada de frutas; acaricio su lengua que enrosca una ilusión.
Reverencio su esplendor, en busca de certezas, que apaciguan mis ansias cuando me tira un adiós.
Mentón exasperado que guarda purezas cuando mis penas se quejan de la maldita soledad.
Reverbera una destreza que me hace temblar, cuando pienso en sus ojos que me piden una verdad.
Y me enderezo en una postura que el tiempo dice que es reciente; yo no creo en clarinetes que suenan dulces, ni en canciones de amor. Yo sólo creo en el presente, corto lapso de tiempo, impaciente, que intenta explicarme lo que no tiene explicación.
Y duerme hundido, con las alas caídas, en el inmenso océano de paz y amor.
Y mirarlo es entretenido, divaga mi imaginación, intentando escribirle a su corazón.
Brotan las palabras que forman un párrafo de sentidos agudizados, y pasados en vano, y escalones mojados que resbalan en los versos pisados.
Brotan las alegrías cuando rozo su piel, llena de sorpresas, palabras y torpezas.
Y no puedo dejar de mirarlo mientras duerme. Me rindo ante sus pestañas juntas que nacen desde el encuentro de un brillo y su voz.
Y acaricio lo eterno, cuando intento despertarlo; naciendo, a mi lado, me pide un poco de descanso.
Y disfruto de ese momento, con ojos entrecerrados, como buscando pedirme que no me vaya de su lado.
Y lo quiero conmigo. Lo quiero a mi lado. Intento no imaginarlo besando otros labios. Intento que no se pierda lo bueno que logramos.
Intento escribirle a su muro más profundo de sentimientos sin engaños.
Intento que concuerden las palabras, para no sonar poco en comparación de sus halagos.
Sin vientos que aquejen las pequeñas simplezas, y odiando la cotidianidad, me atrevo a decir que en su rutina quiero estar.
Apegada a su imagen, mi mente intenta hablar, pero se acobarda cuando sus manos aparecen en escena, y me buscan tocar.
Y ojalá que un futuro siga siendo la musa de mi inspiración, porque sería decepcionante que se enamore de otro corazón.
Y sin celos de sus alrededores, me tiendo a pensar, y a tomar conciencia de lo que pasé a mencionar.
Palabras que no se las lleva el viento, palabras que tocan interiores, pocas palabras para él, pero al fin y al 
cabo, menester de este valiente corcel de golosinas, risas, paz y placer.

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