Veintidós






"Inquieto y revuelto, maneja su azar,
elije amar, selecciona su paz,
y entiende el buen saber,
aplica su aprender,
revoluciona el sentimiento,
el corazón, exaltado, vive latiendo,
con risa y sin pausa,
lo amo, y eso se gana"












Debo admitir que los comienzos nunca suelen ser lo que uno espera. Creo que el comienzo es más amplio de lo que todo el mundo sostiene.
En más, nunca sabes cuándo ni cómo comenzó todo.
Hasta el Big Bang es una teoría.
Así que no resta más que empezar a hilar la historia. Contándola como se pueda; contando lo que se sienta.
Lo cierto es que para homenajear esos comienzos uno no necesita de fechas especiales, ni ocasiones, ni fiestas; uno homenajea porque necesita homenajear, porque así lo vive.
Hace 174 días que mi vida comenzó a ser homenajeada, y yo comencé a homenajear una vida.
Los números siempre son un buen comienzo: 174 días homenajeados gracias al 22. Los números abren todos esos caminos que uno intenta expresarlos con palabras. Hacen las uniones, las fechas hacen a los recuerdos y a la historia.
Lo cierto es que uno cree que no existe el amor, ni la felicidad. La mayoría de la gente cree que existen los momentos de felicidad y plenitud, y que el resto es nada.
Incluso yo lo creía.
También creía que mis sueños de amor al arte, del beso a morocho perfecto, eran sólo sueños.
Tuve que pasar por ínfimas tristezas hasta descubrir que estaba equivocada. En absolutamente todo.
Descubrí que el morocho del beso perfecto, rockero, adicto a la vida y al sentir, fotógrafo de la música y portador del virus de la melodía, en realidad, existía; y por si fuese poco, dormía todos los días encadenado a mi Paz.
También, con el correr de los 22, descubrí que él era responsable de que yo asumiera, con todo mi orgullo destruido que, en realidad, la felicidad existía.
Tuve que declarar que paralelo a que él me hacía íntegra y completamente feliz, yo era feliz.
Nadie podría entenderme; porque ahora el calibre de mis sueños dependen pura y exclusivamente de nuestra realidad.
Siempre escribí sobre el amor como una utopía, pero ahora creo que hay más que eso. Él me enamora tanto que hasta podría crear un diccionario de sentimientos aun no nombrados.
Nadie lo entiende porque nadie ve su color. Ni el brillo de sus ojos al amar. Cuando ama expulsa una marea de alegría, que te llega, ola por ola, rompe con cada persona que se cruza por su vida.
Nadie podría entender porque no comparten su manía de dar sin recibir. Él omite la respuesta, tan sólo acepta un gracias y un abrazo.
Nadie podría entender que él es el Sol. Que cada rayo es una canción. Que cada beso su pasión.
Y pese al pasado que todos, inevitablemente, portamos sobre nuestros hombros, él comenzó mi presente; mi hoy comenzó después que me atropelló con su mirada. Él comenzó mi vida, él desmoronó esa pila de cartas que yo había construido con tanto esfuerzo, vino a alterar y el orden, y a imponer el equilibro perfecto. Él trajo mi alma en sus manos y la acomodó en donde iba, sin preguntar, completó mi vacío.
Y por más que escriba millones de agradecimientos al mundo por habernos juntado, no está demás destacar siempre lo que uno repite necesariamente: Gracias por devolverme a mí misma, y por compartir tu vida conmigo.

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