ماريا


Es totalmente menester sufrir por quien uno cree querer, o quiere querer, o no quiere ni cree querer.
Sin filtros, sin ataduras, ya no le tengo miedo a escribirte. Pero aun así voy a intentar que dejes de ser mi musa.
Por varios meses intenté ser alguien que no creía poder ser.
Llevaba una vida bastante aficionada y viciosa, me gustaba rodearme de cámaras y cigarrillos, y alcoholes y sábanas de colores, y puertas que se abrían a conocer nuevas cosas pero aún así manteniendo lo que me gustaba. Llevaba una vida colorida, pero a la vez apagada. Muchas veces quedé estancada por el miedo que me causaban las oportunidades que me llegaban, y otras veces avancé demasiado.
Lloré por quienes no debí haber llorado, y sufrí las consecuencias de mis propios errores, totalmente asumidos.
Me decepcionaron, así como también decepcioné a la gente que más quería.
Mis únicas escapatorias eran los puchos en la buena soledad, me sentía tan patética por asumirlo porque no esperaba otro momento del día que sentarme en el patio a fumar, y fumar, hasta tener la boca seca y sentir que el humo sale de adentro mío sin nada en la boca.
Pero después de un tiempo, descubrí que todas necesidades eran totalmente innecesarias. Descubrí que mi única escapatoria era tu departamento, tu cama, tu olor. Mi paz era verte agitar sigilosamente los dedos que rozaban las cuerdas de tu guitarra.
Aún tenes el poder de paralizarme y estremecerme con tu voz ronca e imponente, me basta tan sólo con recordarla para sentir un escalofrío que recorre aceleradamente toda mi piel.
Tus pies descalzos en invierno me contagiaron la costumbre. Y tus hojas al viento, tus fallas en las palabras habladas y tus problemas para mantener una conversación seria.
Tenes el don de meterte en mi cabeza y hacerme divagar por todos lados menos por el hilo que estoy llevando en este tipo de textos.
Me acuerdo de tus mates, tus estudios, y tus silencios. Amaba mirarte cocinar.
Hasta tu nombre me parecía de lo más perfecto. Porque te hiciste perfecto para mí.
Yo no lo quise, no lo quiero tampoco, quiero evitar que todo mi cuerpo se acelere con tu persona, quiero evitar ese llanto desconsolado que abunda en mí cuando me acuerdo que todo terminó.
Me aferré a vos porque pensé que así podía sorprenderte con mis apariciones sorpresivas, y mis cuentos sobre la vida rebelde que tengo. Me aferré a vos porque aún creo que no hay cosa más linda que tus ojos, tu boca, tus manos.
Me sorprendiste con todos y cada uno de los momentos que pasamos en la cama, cualquier acción me provocaba un temblor interno que me dejaba sin siquiera un suspiro.
Y tus palabras no habladas eran las únicas que me gustaban. Siempre fue en contra de mi filosofía, eso de no decir lo que a uno le pasa, pero aún así todo era bueno, todo lo que hacías vos estaba bien.
Me gustaba escucharte hablar sobre la vida, transmitías como una sensación de no querer dejar de estar ahí, que no se termine nunca. Y las canciones... Hicimos el amor con mucha música. Tu sexo para mi sexo el más milagroso de todos los habidos.
Y ahora todas mis noches son tristes, los lunes empiezan sin vos, y los martes lo continúan  los miércoles quedan siempre en el medio de no saber para qué lado ir, los jueves son totalmente cobardes, los viernes son penosos, y los sábados se deslumbran entre tanta frialdad. Los domingos son el "dejar de extrañarte, para volver a hacerlo mañana".
Y ya no tengo más palabras, ya no quiero extenderlo más. Volví al cigarrillo, al alcohol solitario, a buscar las palabras que se llevó el viento. A los vicios por las fotos que nunca pude sacarle a tu cuerpo.
Pero tendré que superarlo, tendré que seguir a costa de los recuerdos y empezar a cambiar mi presente vacío, lleno de nada.
Y seguramente vuelva a escribirte, dejaré que pase un tiempo, aunque no se si lo voy a lograr.
Mientras dejo que todo fluya, que todo se revuelva solo, que todo cambie o siga igual, que todo vuele como Pájaros de Portugal.

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