Irrefutable


Todo el día estuve buscando inspiración. Incluso cuando anocheció. Y jamás llegó.
Imagino que todo se fue por las neuronas que llegaron a una gran conclusión. Hicieron como un auto-reportaje, una recapacitación, inconsciente pero al fin y al cabo, productiva. Me refiero a que a mi cabeza le bastó con leer un par de libros y revolver algunos cajones para darse cuenta que constantemente estaba a expensas del pasado, y de lo que él traía consigo. Rebuscadamente hurgaba por todos esos recovecos que pura y exclusivamente las más oscuras noches pudieron guardar en secreto.
Y mi corazón... El corazón es el único órgano que puede funcionar, sólo. Todo puede estar muerto pero si el corazón sigue latiendo, la vida sigue ahí. Nunca creí en estos cuentos de sentimientos, pero aún así también concluí que ese poderoso músculo, cada vez que se contraía volvía al pasado, y a sus vivencias, y recuerdos, risas, llantos, pestes, condenas, y demás sustantivos que lo describen.
Toda mi corta vida estuvo pendiente de superar lo que me había acechado en un lapso de tiempo anterior. Sí, claro, disfrutaba del presente, pero siempre con esa hiel en los labios que me hacía complacer por la mitad.
Y fue siempre así. Con todos mis amoríos, ilusiones, desilusiones y cualquier película que se use de ejemplo.
Pero ya no más.
Descubrí que llorar sólo me hace perder el tiempo. Llorando no voy a poder recuperar lo que antes tenía y que ahora ya no está.
Todo se esfuma y ese mismo polvo se convierte, a veces en algo peor, a veces en algo mejor. Pero sigue siendo polvo. No se puede reconstruir la silueta perfecta del recuerdo más lindo. No se puede volver a tocar con el mismo sentimiento, pero se puede seguir tocando en busca de nuevas exasperaciones emocionales.
Siempre se puede estar peor, y siempre se puede estar mejor.
Porque a expensas del pasado no evolucionamos, no progresamos. Es como si nos congelaran en el tiempo. No podemos avanzar, ni siquiera retroceder porque no podemos volver a ellos. Nos quedamos, ahí, recordando y lamentando. No digo que busquemos a costa de no estar mal. Pero tampoco encerrarse en esa cápsula que únicamente tiene tiempo.
Sigo sosteniendo que me va a costar poner en práctica esto, seguramente, por el simple hecho de que la tristeza viene incorporada en el paquetito del ser humano, y no tiene cambios ni devoluciones.
Hay que saber usarla, aprender a lidiar con ella, ser más fuerte. Saber llorar lo que vale la pena. Y fríamente digo, llorar a alguien que no pisa más la tierra, por ejemplo, es una buena forma de hacerle honor a la tristeza. Ese es un buen uso. Porque nadie va a decir que hacemos mal, ni tampoco bien. El olvido no existe, pero al igual que la tristeza, hay que controlarlo.
Todo es selectivo.
Por más que nos empeñemos en la inconsciencia, todo termina siendo selectivo. Señalamos con el dedo lo que queremos y no.
En fin, cuanto más escribo, más invento, y más deliro, y más sube mi ego. Y eso es malo.
Concluí que el pasado tiene que estar archivado, encajonado en lo más profundo del pozo de los cajones. Disfrutar el presente, el beso actual, la piel que ahora se roza.
Y seguramente cuando esta silueta se convierta en polvo volveré a fumar, a los viejos vicios, a ese vidrio que refleja mis lágrimas, a los cajones revueltos y llenos de lágrimas. Porque no me fío de mi misma. No pongo las manos en el fuego por mi nombre.
Pero sí confío en este presente, en esta gran foto, en esa gran sonrisa. Confío en mi habilidad para escribir lo que me pasa, y olvidarlo al día siguiente, y pasados los meses releerlo y acordarme de lo astuta que fui y que puedo volver a ser.
Hoy, acá mismo, por medio de este texto que sólo busca excusar mis pocos y pobres sentimientos, te regalo toda mi imaginación, mi inspiración, mis ganas de escribir. Te regalo mi presente, y con él, cuando estes dispuesto a admitirlo, podes contarme lo que queres hacer.

Comentarios

Entradas populares de este blog

vidA A A

Márchate de mi vida

Auto-valorarse