Aclarando tantos
Aclaremos los tantos.
Que mi sencillez no opaque tu desinterés por la conversación, ni que mis pocas y malas palabras abrumen esa paz que tenés. Sólo tu atención, por unos minutos, es lo que necesito.
Quiero aclararte que cada esquina tiene algo tuyo, cada centímetro, cada verso, cada mueca y cada uno de los pensamientos que interactuan por sí solos. Y cuando digo cada esquina y demás, no me refiero a sólo cuando te encuentro, y te desencuentro; y luego te encuentro y te volvés a esconder; y tiempo después te vuelvo a encontrar y a las horas, ¡La puta madre!, te volví a perder.
No me refiero tampoco a que mientras vos lloras delante mío, yo con un discreto nudo en la garganta te acaricie el pelo para consolarte.
Tampoco digo que volemos tanto por los aires y no nos demos cuenta cuando salga el sol. Ni me refiero a que todos los días aumente la paciencia de nuestras pequeñas complicidades. Tampoco me refiero a que puedo transformar todos mis defectos y reveses en halagos. Ni mucho menos refiero mi texto a que me hagas el más lindo te todos los regalos de tu desesperación.
No. No es así. Es mucho más grave a lo que quiero llegar.
Cuando digo cada esquina puedo decir que estás levantando peso de mi reciente infancia, esa edad en que uno dice cosas adultas y ceremoniosas e impresionantes y los ceremoniosos impresionantes adultos celebran; y vos sabes que eso no sirve.
Estas sacudiendo esta edad que transito, en la que las sombras se pierden porque quieren y únicamente vos tenes el don de unirlas para estremecerlas.
Estas dando un sentido a este crecimiento que me altera; esta mezcla de exaltación con excitación y tranquilidad, y un cóctel inexplicablemente inexplicable de sentimientos que constantemente te incitan a saltar desde un precipicio.
Ya ves que es más grave de lo que te imaginabas, porque no sólo sos vos, sino que sos todos los hombres que quise, que quiero... Y todos los hombres juntos que en un futuro pueda llegar a querer.
Porque por vos descubrí ese gran muelle que existe, en el que llegan y se van muchos barcos con mucha carga pesada sobre ellos. Y así está todo, sobrecargado...
Un gran muelle en el que los barcos navegan con frío, con calor; con sol y con nubes; con o sin personas dentro; con agua de mar o de río...
Navegan.
Llegan y se van, así como vos lo haces.
Pero hoy, acá mismo y ahora, te pido, por favor, que no te vayas.
Que mi sencillez no opaque tu desinterés por la conversación, ni que mis pocas y malas palabras abrumen esa paz que tenés. Sólo tu atención, por unos minutos, es lo que necesito.
Quiero aclararte que cada esquina tiene algo tuyo, cada centímetro, cada verso, cada mueca y cada uno de los pensamientos que interactuan por sí solos. Y cuando digo cada esquina y demás, no me refiero a sólo cuando te encuentro, y te desencuentro; y luego te encuentro y te volvés a esconder; y tiempo después te vuelvo a encontrar y a las horas, ¡La puta madre!, te volví a perder.
No me refiero tampoco a que mientras vos lloras delante mío, yo con un discreto nudo en la garganta te acaricie el pelo para consolarte.
Tampoco digo que volemos tanto por los aires y no nos demos cuenta cuando salga el sol. Ni me refiero a que todos los días aumente la paciencia de nuestras pequeñas complicidades. Tampoco me refiero a que puedo transformar todos mis defectos y reveses en halagos. Ni mucho menos refiero mi texto a que me hagas el más lindo te todos los regalos de tu desesperación.
No. No es así. Es mucho más grave a lo que quiero llegar.
Cuando digo cada esquina puedo decir que estás levantando peso de mi reciente infancia, esa edad en que uno dice cosas adultas y ceremoniosas e impresionantes y los ceremoniosos impresionantes adultos celebran; y vos sabes que eso no sirve.
Estas sacudiendo esta edad que transito, en la que las sombras se pierden porque quieren y únicamente vos tenes el don de unirlas para estremecerlas.
Estas dando un sentido a este crecimiento que me altera; esta mezcla de exaltación con excitación y tranquilidad, y un cóctel inexplicablemente inexplicable de sentimientos que constantemente te incitan a saltar desde un precipicio.
Ya ves que es más grave de lo que te imaginabas, porque no sólo sos vos, sino que sos todos los hombres que quise, que quiero... Y todos los hombres juntos que en un futuro pueda llegar a querer.
Porque por vos descubrí ese gran muelle que existe, en el que llegan y se van muchos barcos con mucha carga pesada sobre ellos. Y así está todo, sobrecargado...
Un gran muelle en el que los barcos navegan con frío, con calor; con sol y con nubes; con o sin personas dentro; con agua de mar o de río...
Navegan.
Llegan y se van, así como vos lo haces.
Pero hoy, acá mismo y ahora, te pido, por favor, que no te vayas.
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