100 días
Quisiera poder cambiar, poder hacer lo que quiero hacer; pero llevarte la contra es más fuerte que yo.
Siempre pensé que éramos el uno para el otro, y eso es porque jamás pude ver las cosas como eran en realidad, siempre vi todo como yo quería verlo.
Y ahora, que no te tengo, que no te siento, que no te toco, que tu boca no me nombra, que no sos mía; me doy cuenta que en realidad tenías razón en todo lo que me decías, en todo lo que me advertiste cuando te traté mal, cuando volvía sin consciencia, cuando me desquitaba toda mi euforia en aquel bar.
Sinceramente, sentía en vos aquel gran hombro que nadie me ofreció nunca, me respaldaba en vos porque sabía que eras incondicional.
Nunca tuve a nadie, nunca me ofrecieron ayuda para levantarme en cada caída, me sentía contento cuando alguna piedra se interponía porque nada se comparaba con caer, y caer, y caer… Siempre pensé que mi destino estaba escrito con el título de “Fracaso”, no conocía otros términos; y lógicamente, cuando estás destruido no necesitas otra cosa más que alguien que te saque de ese gran pozo, y ahí apareciste vos. Fue increíble, como empezar a vivir.
Me sentí así, vos me salvaste, fuiste (y lo seguís siendo) ese “famoso ángel” que me rescato; realmente, no creo en ángeles, ni dioses, pero todo te describe a vos.
Y así fue, como nuestra historia comenzó a tener alegría, como mi vida florecía día tras día, como mis ojos iban cambiando de color. Me convertí en una persona que para ser feliz, necesitaba ver felicidad en los demás, y así mi alma iba cambiando de parecer.
Hasta que las piedras volvieron a aparecer. Ahora que recuerdo, y lo analizo, fue inconsciente. Pocos recuerdos me atormentan, es como si no hubiese sido yo el que lo vivió. No entiendo cómo pude perderte porque no encuentro una razón que me haya llevado a maltratarte, a gritarte, a despreciarte como lo hice, y menos que menos a pensar que en aquella cueva se olvidan los problemas.
Pero quizás fue eso, sentir que vos siempre estabas ahí; sentir que yo era todo para vos, y saber que nunca me ibas a dejar. Me olvide por completo de que eras un ser humano, seguía creyendo en las hadas.
O quizás me llevo la misma inconsciencia, revolver el pasado, pensar que durante 25 años de mi vida estuve solo, y en tan poco tiempo supe ser; pensar que si hubiera tenido a alguien sería buena persona, tendría corazón.
Pero ahora ya está, ya paso mi tiempo. Y lo único que deseo es que vuelvas, que me des esa oportunidad que no merezco.
Tengo ansias, de verte, de sentirte, de vivirte; de empezar a caminar con el mismo pie por el simple hecho de divertirnos cuando lo hacíamos. Tengo ansias de acostarnos sobre el piso, a escuchar un poco de música: yo sabía cada tema que te gustaba escuchar, cada tema que te gustaba que te cante, cada tema que te hacía sonreír, y el gran tema que escuchábamos mirándonos a los ojos, sin decir palabra. Tenías ese no se qué, que me estremecía, me empujaba a tus pies.
Pero son simplemente recuerdos, que van a quedar siempre en mí porque me convertiste en persona. Y es así, como me dijiste vos: “necesitas perderme para darte cuenta de lo que fuiste y lo que sos ahora”.
Y aunque no estuve, volví, me fui, y ahora estoy de nuevo, nuevamente te escribo, mi texto número 100; parece que hubiese sido ayer: mirarte y reírme porque llorabas, gritarte y empujarte porque revisabas mi mochila, discutirte lo indiscutible.
¿Será tanta mi necesidad de tenerte, que hace 100 días que te escribo y no logro encontrarte? La verdad, no es interesante ni tampoco lo sé, pero lo que tengo bien en claro es que seguiré escribiéndote, quizás, en alguna de esas, mis sueños me digan donde podés estar.