Depresión, Whisky, Pasión
Es uno de esos días en los cuáles Dios no desea que te vaya bien. Es uno de esos días en los que tropezás con cada objeto que se te cruza, en que los papeles que traes en las manos se desparraman lentamente sobre el suelo y no podés hacer nada al respecto. Uno de esos días en los que la universidad me trae las malas y me cuenta cuántos exámenes he reprobado, cuántas materias me odian y cuáles odio yo también. Unos de esos días en los que los ojos se hinchan y duelen de tanto llorar. En los que siento que mi mundo cae, y paso a paso, voy cayendo con él.
Es uno de esos días en que reflexiono sobre cada acto que he hecho en el último tiempo. Y por fin, tomo consciencia del grave error que estoy cometiendo; va, que ya cometí.
Él, tiene nombre y apellido.
Siempre pense que la edad no significaba nada, pero acá sí se hizo notar, porque la hizo de tal manera que se note que lleva años de experiencias.
Era la noche de ese arduo día. Por fin, estaba terminando. Y, como siempre, lo terminaba con fotografías tuyas en mi cabeza. Siempre con esa puta conexión que nos caracterizaba. Tener siempre el contacto a traves de los pensamientos, saber lo que el otro está haciendo sin necesidad de estar a nuestro lado.
Tuve ese presentimiento, malo, de que estabas con ella.
Prendí un cigarrillo, y me senté en la computadora a escribir un rato.
Estás en tu sillón, con tu cigarrillo encendido en una mano, y en la otra el infaltable vaso de whisky. La miras, como fuma justo enfrente de vos, en el otro sillón. La observas, como si fuese una gran estrella en la noche. Miras como su boca posa delante del cigarrillo. Mirás cómo te mira, observas sus ojos que quizá te atraen un poco menos que los mios. Y te distraes, pensando en mi mirada, que tanto resaltabas. Recordas cuándo me mirabas pintarme, decías que te encantaba. Ya te desorbitaste. Comenzar a pensar en mí más de lo debido. Pero no podés dejar de mirarla.
Ella se levanta, y observas cómo poco a poco se quita su ropa. Miras detenidamente cada fracción de su cuerpo, cada curva que la caracteriza. Miras cómo intenta seducirte, porque sabe que estás desconcentrado. La miras, como se acerca para que la toques. Y la esquivas, porque recordas que a mí no me gustaba desnudarme en frente tuyo, me avergonzaba, prefería que quitaras mi ropa con tus propias manos. Ella se asusta, no podés mirarla a los ojos porque me tenés a mí en tu cabeza. Se dirije hacia la habitación, y se recuesta. Pero yo hacia eso cada vez que vos ponías la música que tanto nos gustaba escuchar. Y no podes evitarlo, ponés una de nuestras canciones porque cada vez me sentis más. Ella lo toma como un juego, por eso, ríe. Quien te conoce diría que te acostas haciendo una mueca de cansancio, con intenciones de compenetrarte en el sueño profundo. Pero ella insiste, quiere tenerte como te tenía yo. Friamente te sacas la remera, ella te seduce bruscamente, pero no podés. Recordas que a mí me gustaba reír mientras vos me buscabas a mí, recordas que no podíamos dejar de mirarnos porque tus ojos siempre dejaban escapar lágrimas, recordas que a mí me gustaba hacerlo con la luz encendida, y con ella, ahora, estás a oscuras.
Amaga a quitarte el resto de tu ropa, pero la frenas. Te das cuenta que soy más fuerte que vos. Te vestis, y encarecidamente le pedís que se vaya. Le pedís que junte sus cosas y se marche, que no vuelva, que se aleje. Y salis de tu departamento corriendo. Dejaste la luz prendida, la música sonando, pero no te importa. Corres.
Después de escribir unas cuantas páginas, y de fumar una buena cantidad de cigarrillos, mi departamento va apagandose de a poco, para irse a dormir. Un viernes, terrible. Solo, sin piedad de nadie. Mi computadora está agotada de verme llorar, y el encendedor ya me mira con mala cara. Un baño, y a la cama.
Pero antes, paso por el espejo. Y ahí está, mi imagen, destruida. Con la pintura que corre por una de mis mejillas, con la ropa rota. Pero no importa, me dirijo al baño. Hasta que golpean la puerta.
Pienso que es alguna de mis amigas que llora porque su novio la dejó. Pero no, estás vos, parado, frente a mí, agarrándote la cabeza intentando comprender la inexplicabilidad de los hechos. No me miras, eso me da tiempo a limpiarme un poco la cara. Hasta que lo hacés, e intentas contarme por lo que acabas de pasar. Me alegra escucharlo de tu boca, pero de todos modos, ya lo sabía.
Estamos destinados a que cada paso que demos en la vida, nos va a hacer acordar al otro. Cada decisión que tome me va a llevar a recordar que lo hago por una causa referida a vos. Cada canción, cada gesto, cada sonrisa tuya está siempre dedicada a mí.
Pero nunca vas a poder vivir conmigo, tu vida y mi vida van a estar interceptadas por un tercero. Porque te aterra nuestra diferencia de edad. Te aterra no poder darme lo que necesito. Todo te hace dudar.
Sin embargo, estás delante mio tomando un café, y riéndote de mí. Porque siempre que podamos vamos a estar contando anegdotas como las de ahora, contando cuántos cigarrillos nos fumamos en el día, o qué queremos hacer antes de morir.
Y no llores por mí, por saber que en un futuro le harás el amor a ella pensando en como lo hacias conmigo. No sufras por mirar sus ojos y ver los mios. Porque si no lo hicieras, no me amarías de la forma que yo lo hago.