Fiel a su promesa


Estas obsesionada. Te miras al espejo y recordas su cara, sus gestos, su mirada, su boca, su expresión al sacarte fotos. Te miras y recordas sus pasos, siempre adelantados porque a vos te gusta caminar lento. Recordas cuando reía sin razón, su risa te contagiaba y comenzaban a reír sin poder contenerse, hasta que uno decidía terminar el juego. Decía que tu risa era la más hermosa que podía existir en el mundo. Recordas su cara admirándote por tu simpleza. Cuando eran las 5 de la mañana y miraban películas, con el mate de mano en mano, mientras que tus amigas se la pasaban de boliche en boliche. Te abrazas a las sábanas en las que se acostaban. Recordas la vista de su terraza, mientras fumaban, fumaban, y fumaban. El rock and roll nunca faltaba, en realidad era una gran variedad que pasaba por Joaquín Sabina y otros más, y que podían llenar el gran vaso hasta colapsar con Las Pastillas del Abuelo, y por qué no un poco de reggae en el medio. Te miras al espejo, y reís, reís sin parar. Quizás porque le haces un gran honor por lo bien que te hizo sentir durante tanto tiempo, y es por eso que empezás a extrañarlo cada vez más. Y es ahí cuando no existe otro objeto que tu cámara. La gran cámara que te regaló para tu cumpleaños número veinte. Sabiendo que ahora tenés veinte años y un día. Te miras al espejo y reís; te das cuenta de lo perdida que estás y de que el llanto corre por sí solo. El amor te quita lo bailado. Ya pasó el minuto de locura. Ahora te encontrás sola, sentada en tu sillón, con la mente en blanco; necesitas descargarte, es cuando recordas las largas noches fumando amor. Te ves con tu cigarrillo en la mano, en frente del espejo, y con la cámara te sacas una foto y reís porque te das cuenta que no existe otra cosa en el mundo que vos y ese maldito cigarrillo, la cámara es algo demasiado reciente como para tener recuerdos. La tirás sobre tu cama. Lo miras, fijamente, y te detenés a pensar un minuto. Tenés la imagen de él en tu cabeza, y fumas: no existe el tiempo, solo vos y tu cigarrillo. Querés llamar a alguna de tus amigas que entienda tu dolor, pero te das cuenta que es totalmente en vano, ya que con tu estado las deprimirías a ellas. Es por eso que seguís sola. La música te ayuda a deprimirte más, porque buscas canciones para sentirte sola, más sola. Las letras hablan de lo mucho que lo amas, de que no lo querés olvidar, pero te encontrás más perdida que cuando empezaste tu relación con él. Quizás es él el que te ayuda a encontrarte, a encontrar tu identidad; quizás es él, el que te ayuda a descubrirte a vos misma, a hablar de vos sin ningún tipo de vergüenza, a tratarte como persona, el que te definió como tal. Es él, el que te salva, que siempre está acompañándote, sea en buenas o en malas. Él se encontró por vos, un gran punto en común que no valoras. Tu mente está cerrada y sólo pensas en tu depresión, cuando fuiste vos la que arruinó la vida de los dos. Fuiste vos la que lloraste sin razones, fuiste vos la que sufriste cuando no había daños alrededor, fuiste vos la que arrugaste cuando el ya había jugado todas sus cartas. Fuiste vos la que hiciste trampa y te quedaste con tu as en la manga. Fuiste vos la que desembocó en el pozo de la depresión, la culpa es pura y exclusivamente tuya. Pero ahí está, él, llamándote al celular para decirte que te perdona. Quizás porque juró, esa noche, amarte incondicionalmente, a pesar de los obstáculos. Y eso lo tomaste como una de sus tantas palabras cotidianas. Y vos, lo atendés y le decís que estas arrepentida, y le confesas que jamás valoraste su alma, la que con tanto cariño te entregó. Pero a él no le importa nada, no le importa el daño que hiciste y te reitera que no puede vivir sin vos. Que sus cigarrillos no valen nada si no los fuma a tu lado, que su cámara no tiene valor sin vos posando, que los espejos le parecen no reflejar la realidad porque vos no te reflejas en los de su baño, que la yerba no es verde porque tus cebadas son únicas, que las melodías no suenan igual si vos no cantas arriba de Sabina, la vista desde la terraza no es la misma sin vos mirando la ciudad, sus días no son los mismos sin tus protestas en contra de la injusticia, la oscuridad no es lo mismo sin tus caricias, su vida no es la misma sin tu humor.
Estabas sentada y sentías que atrás tuyo el mundo ya no existía. La culpa te consume, vos habías abandonado al mundo, ahora el mundo te abandonaba a vos. Estabas harta de pensar que no había salida a esos nudos en la garganta que trababan tus palabras, que nublaban tu vista y agitaban tu respiración. Estabas tan cansada de no encontrarlo en tus recuerdos, en tus mañanas, cansada de no encontrarlo en su lado de la cama. Siempre habías querido esa libertad, ahora que la tenías… era como él decía: no la querías más. Pensaste que las cosas iban a ser más fáciles si te acostabas sola, si no tenías que apoyarte en nadie, pensaste que iba a ser más fácil si simplemente respirabas en esa soledad que tanto te relajaba. Ahora, huías de todas esas cosas que alguna vez habían logrado causarte plenitud, ahora escapabas, corrías hacía lo que habías rechazado. Él tenía las mejores palabras debajo de su mano derecha, él no hacía trampa y te escuchaba atento, era el único que no te abandonaba cuando te estabas hundiendo. En cambio, vos lo habías abandonado, le habías mentido, le habías corrido la cara y te habías cubierto de mantas para que creyera no conocerte, para que escapara como estabas escapando vos. El ruido de sus labios apretando los tuyos, su perfume en tus sabanas, sus manos en tu piel.
Y te das cuenta que te gustaría mirarlo a la cara y decirle la verdad, lo que te pasa, que perdone tus miedos, que seque tu llanto, que te abrace y te demuestre que sos únicamente de él.
Podrías seguir viviendo pero no querés. Extrañas la respiración agitada, el calor de los cuerpos y la pasión incondicional. Recordas cuando él te tocaba de una forma incomparable. Amabas que te hiciera sentir bien. Crees que aun piensa en vos, podes sentirlo. Estás segura de que te recuerda, siempre. Porque él lo fue todo para vos y vos fuiste todo para él. Dejó de llamarte y aun así seguís viendo esa posibilidad en tus ojos. Lo sentís cerca aunque no escuches sus palabras en tu oído, lo sentís cerca aunque su mano no roce tu piel. Queres tenerlo a tu lado, abrazarlo, que caminen de la mano. Queres sentir la necesidad de gritar que nadie mejor que él puede llegar a estar a tu lado.
Pero simplemente sentís...
Tocó tu puerta, tu corazón se frenó, toda posibilidad de seguir respirando lograba parecer nula al momento de hacerlo entrar, de volver a ver su expresión, de sentir esa piel que tanto extrañabas, de oler su perfume. No respiras al momento de que sus labios rozan tu mejilla. Lloras y él te abraza.
- “… Te pido que me escuches...’’ – dijo, y enfrentados iniciaron una conversación.
- No eras para mí y nadie pensaba lo contrario, no estábamos hechos el uno para el otro, nadie se quejaba de eso. Pero aprendiste a ser mía, me demostraste que no importaba lo demás, que si vos querías, se iba a dar. Fuiste demostrándome que los límites los ponías vos, los poníamos nosotros. Y yo te miraba enamorándome de cada rasgo de tu cara, de tu cuerpo, de tu personalidad. Vos me decías esas cosas que a mi me gustaba escuchar, porque por primera vez sentía que había logrado causar en una persona lo que hace tiempo estaba esperando. Vos me cambiaste la vida, vos hiciste que todo en mi vida cambiara – Y te decidís a interrumpirlo sin ninguna idea concreta, querés discutir, porque tu miedo siempre es más fuerte, pero él te conoce, no se detiene a callarte, pero tampoco detiene ese discurso porque sabe… él sabe que te estremece la piel.- Y nada va a cambiar lo que vivimos; yo no voy a desaparecer, vos vas a ser mi mejor recuerdo y quiero seguir cumpliendo todo lo que habíamos prometido.-No tenía más palabras, había dicho todo lo que vos querías y necesitabas escuchar pero suspiró y logró terminar su discurso aún mejor de lo que pensaste que lo había hecho- Te amo.
Y comprendiste que no era tarde para volver a sentir lo que sentías, porque le perteneces, en todos tus sentidos. No existe esa pastilla para el olvido, él lo sabe más que nadie; por eso, la oportunidad, nuevamente, se encuentra acostada a tu lado. Vos lo abrazas, sentís sus labios y vuelven a sobrar las palabras. Te enseñó a vivir sin inhibiciones.
Mr. Hook

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